La mujer se encontraba encerrada entre cuatro paredes sin ventanas. Ella se escondía de la oscuridad y de la luz, en la oscuridad era buscada por Globedilik, por eso no dormía; y en la luz era juzgada por miradas de personas que la señalaban por el pecado cometido; con sus ojos abiertos se intimidaba por dedos que la marcaban, alguien susurraba palabras hacia sus oídos y otro maldecía con injurias. No sabía dónde esconderse para sentirse protegida y pensaba: por qué nadie comprende mi decisión.
Globedilik sabía perfectamente cómo ejecutar su objetivo y buscaba sin descanso a aquella mujer llena de miedos e inseguridades, la observaba día y noche; él no dormía ni descansaba y ella se convertía cada día más pequeña y Globedilik cada vez más fuerte, se alimentaba de su fortaleza dejándola frágil. La gente que susurraba le hacían heridas en sus brazos con agujas de plata, su cuerpo ingería la sustancia que la hacían caer en un sueño profundo y en la oscuridad ella gritaba porque no quería encontrarse con Globedilik.
Estaba la mujer y Globedilik en la tenebrosidad. Él la veía y reía, ella lloraba; no sabía dónde esconderse dentro de toda la negrura. Se escondía entre sus miedos y él la encontraba. Los días fueron transcurriendo y la creación que se formaba en el vientre de la mujer fue creciendo colmandola de regocijo y tomando como aliada la valentía, allí encontraba ella refugio y él se alejaba.
Se dio cuenta que el gran Globedilik no podía tocarla mientras llevará a la criatura dentro de ella, pero si podía manejar sus pensamientos sin pronunciar una palabra, así que él la miraba fijamente con ojos penetrantes de ira, para ella era suficiente, conocía su objetivo y el miedo fue aún más grande.
Él perseguía a la mujer sin descanso, se asomaba en sus sueños, se aparecía en cada esquina de la habitación, la rodeaba, pero no podía tocarla, no decía ninguna palabra, pero su intención era clara. Los meses se asomaron la criatura en su vientre aún más grande, era su consuelo en el silencio de su soledad.
Hasta que por fin llegó el día en que se vistió de sol, llegaron las personas que susurraban y le pusieron agujas en sus brazos. Ella gritaba, pero nadie la escuchaba, ella advertía la intención de Globedilik y a nadie le importaba. Hasta que cayó lentamente en un sueño profundo para luego aparecer en el cielo.
En el sueño la mujer gritaba de dolor por el parto. Globedilik quería devorar a su criatura, se acercaba, pero ella estaba rodeada de doce estrellas en el cielo que la protegían. Dio a luz a su hijo, estando en sus brazos la cara angelical del niño la llenaba de amor, y la criatura con su alma inocente se alimentaba de su pecho.
Se daba cuenta que todos alrededor la veían como su hubiera cometido el más vil de los pecados. Ahora se encontraba en una habitación de cuatro paredes, había una ventana donde entraba la luminosidad del sol, vio que en una esquina se encontraba Globedilik viendo como el pequeño se llenaba de luz y de vida del pecho de su madre, aún se encontraba sediento.
La nueva madre decidió poner fin a la sed de Globedilik y derramar su propia sangre por la de su hijo. Tenía la certeza de que el pequeño tendría una vida bienaventurada lejos de Globedilik que la acechaba. Colocó a su hijo en la cama, se sacó las agujas de su brazo y caminó hacia la ventana de la habitación que era testigo de su dolor. Salió al balcón y cayó como un alma libre que voló hacía el cielo y sus ojos no despertaron jamás.
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