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Adara y el collar de luna - Mitología griega del Minotauro, Teseo, Ariadna y Fedra

Dyna una plebeya ateniense casada con un herrero fabricante de armaduras de guerra tenía tres hijas, entre ellas se encontraba, Adara, que estaba decidida a entregarse ese año como tributo para el sacrificio que cada nueve años celebraban para alimentar al Minotauro, encerrado en el laberinto en el palacio de Cnosos. Era mayor de edad y nueve años atrás miró cómo se llegaron a su hermana mayor, Calista.


Cada noche, Adara, soñaba con la dulce voz de Calista que le decía: El dios Hades ha dejado de escuchar mis súplicas, que por casualidad mi sangre aún recorre mi cuerpo. La agonía que emana de mí es inmensa buscando la salida del laberinto y la respuesta del por qué las puertas del Inframundo se cierran en mi presencia. Mi cuerpo se alimenta de mi propio cuerpo, mi carne y mi sangre. Y yo en la oscuridad que es mi compañera, me alimento de lo que encuentro sin movimiento, lo tomó y devoró con un hambre insaciable y bebo lo espeso y caliente que sale de la carne fresca. Hermana, si por casualidad escuchas mis plegarias, sálvame.


Los tributos a reclutar eran siete hombres y siete doncellas de 14 años, edad en la que falleció el hijo de Minos, Androgeo, en manos Atenienses, por esa razón Minos, rey de Creta, proclamó la guerra a Atenas. Victorioso de su proeza estableció un mandato: “Cada familia ateniense con hijos de 14 años serán designados a entregarse como ofrenda para el Minotauro”. La familia de Adara nuevamente fue elegida por la edad de su hija Axelia.


Adara decidida a terminar con los envíos de tributos cada nueve años, visitó en la oscuridad de la noche a su hermana Axelia, ofreciéndole una infusión de monte verde que utilizaban para apaciguar los sufrimientos que en ocasiones controlaban la vida. Puso cuatro gotas cristalinas en el agua, esencia que guardaba en un collar con una luna de oro que colgaba en su cuello. El llanto de Axelia era incontenible, pero la posición la hizo dormir por mucho tiempo. Adara colocó a su hermana en su cama de piedra y se hizo pasar por ella, diciéndoles a sus padres que había enfermado.

Adara se colocó un manto negro que cubría su cabeza y su rostro, para no ser sorprendida, sus ojos se asomaban para observar a su alrededor. Fue elegida sin problema alguno. Los tributos fueron enviados en barcos con velas negras en señal de luto.


En la embarcación iba un hombre llamado Teseo, que se presentó voluntariamente como ofrenda, con el augurio que él era el elegido para derrotar al Minotauro. Presumía sobre su fuerza y cómo vencería a la tenebrosa bestia. Gallardeaba que a su regreso a Atenas quitaría las velas negras del barco y colocaría blancas en señal de su victoria, como se lo había prometido a su padre, el Rey Egeo de Atenas. Los demás tributos en especial las doncellas lloraban sin consuelo y los hombres sólo se perdían en la inmensidad de la nada. Al llegar a la Isla de Creta los tributos fueron colocados en celdas, les dieron un banquete y bebida hasta saciarse, querían tenerlos bien alimentados para ser carne jugosa para el Minotauro.


Ariadna y Fedra, hijas de Minos, eran mujeres curiosas, por las noches subían a las celdas a ver a los tributos. Reían con picardía cuando miraban a jóvenes con rostros agraciados y cuerpo voluptuoso, pero entristecían cuando recordaban que pronto serían comida para el Minotauro. Allí vieron a Teseo, las dos hermanas se quedaron maravilladas del grandioso y presuntuoso hombre que sólo les decía palabras agradables para hacerlas enamorar. Ariadna fue la primera en proclamar el amor que había nacido para Teseo, en cambio Fedra quedó callada aceptando la pasión que la invadía en el silencio.


Ariadna por estar ocupada con Teseo, no se dio cuenta de las acciones de su hermana Fedra, que siguió viendo a los tributos. En la última celda se encontró con Adara, ya no llevaba el manto puesto en su cabeza y dejaba ver el collar de luna puesto en su cuello. Fedra le llamó la atención aquel osado collar así que se acercó a la celda.


—Ven —le dijo con una señal en su mano para que se arrimará hacia ella.


Adara se aproximó hacia los barrotes. Cuando estaba cerca, Fedra, tomó en sus manos la luna que colgaba del cuello de la chica, vinieron a su mente los recuerdos de Pasifae, su madre, que hace mucho tiempo poseía uno igual con las mismas características del que tenía en su mano.


—Acaso lo que cuelga de tu cuello ¿lo has robado? —preguntó Fedra. Que empezó a observar con desconfianza a aquella chica de ojos tristes.


—Me lo ha dado mi madre, Dyna —respondió Adara.


Freda no recordaba la mención de ninguna, Dyna, en su vida, lo que sí recordó era como su madre sufrió cuando el collar desapareció una noche en la oscuridad. Todos los días hasta que se cansó le reclamaba a su esposo, Minos. Fedra y Ariadna escuchaban atrás de la puerta los gritos de su madre y las maldiciones que proclamaba para Minos, también vino a su mente lo que esa luna contenía, una esencia mágica y lo que está provocaba: un sueño profundo. Sonrió con benevolencia para ocultar sus acciones y luego jaló el collar para arrancarlo del cuello de Adara. Ella que era más ágil agarró la mano de Fedra tan fuerte que no tuvo otra alternativa más que soltarlo.


—No te ocurra enviar guardias a quitármelo a la fuerza o derramaré el líquido acá mismo y no tendrás nada —advirtió Adara.


—¿Qué quieres a cambio? —preguntó Fedra.


—Déjame entrar al laberinto antes que los tributos y guíame hacia donde se encuentra el Minotauro, mañana mismo, y te daré lo que quieras —suplicó Adara.


Esa noche hicieron un pacto y las dos con sangre cerraron el trato.


Al día siguiente, cuando Fedra se dirigía a la celda de Adara escuchó a escondidas la conversación de Ariadna y Teseo. Ella le prometía llevarlo al laberinto, darle una espada y un ovillo de lana que sujetaría en la entrada y él lo acarrearía consigo para guiarlo luego hacia la salida a cambio de huir con él a Atenas. Freda quedó desconcertada. Encaró a su hermana diciéndole que le diría a su padre, Minos, sobre la traición. Ariadna le suplicó que le perdonará, que el amor hacía Teseo era inmenso y sin él moriría. Fedra apaciguó su corazón al ver la inocencia de su hermana le dijo que guardaría en secreto el sacrilegio, a cambio de que convenciera a Teseo de llevarla a ella también a Atenas.


Esa misma noche, Fedra sacó de la celda a Adara, le pidió que vertiera de su sangre en un pequeño frasco de vidrio, la hizo que lo oliera con los ojos cerrados y profundamente para recordar el olor. Ella guió a Adara por el laberinto, iba manchando las paredes con sangre del frasco.


Fedra conocía como la palma de su mano el laberinto cuando era pequeña cada año entraba con Pasifae, que con dolor miraba desde lejos al Minotauro, hasta que un día Minos le prohibió y lloró sin consuelo. Fedra memorizaba la trayectoria de salida.

Llegaron justo a la mitad, Freda le señaló hacia un costado indicándole a Adara que el Minotauro se encontraba dentro del siguiente pasadizo. Se despidieron. Adara le entregó el collar. Freda salió del laberinto sigilosa.


Adara sorprendida del silencio que reinaba, pensó que aquella tenebrosa bestia se encontraría dormida. Al entrar al siguiente pasadizo a los lejos sintió una presencia. Sacó de debajo de su lengua la mitad de la luna, que la guardó allí antes de salir de la celda, para que Fedra no la viera, entregándole el collar con la mitad de la luna, que Fedra por la oscuridad que habitaba en el lugar no se dio cuenta de la hazaña.


Bestia, bestia —gritaba Adara con el frasco de luna en sus manos, que utilizaría para hacer dormir al Minotauro, si en algún momento trataba de atacarla.

Sin embargo, ninguna voz terrorífica y desesperada de algún Minotauro se escuchaba. Reinaba un silencio tenebroso, que erizaba la piel de Adara. De repente una voz dulce salió de la oscuridad de la noche.


—¿Eres tú? ¿Has venido por mí? —dijo.


Adara al escuchar las palabras que provenían de algún lado, su mente recordó los sueños y la voz de su hermana.


—¡Calista! —exclamó Adara.


La presencia de Calista se asomó. Se encontraron en la penumbra. Se abrazaron tan fuerte que Adara sólo sentía los huesos débiles de su hermana.


—¡Bendito sean los dioses! —exclamó Adara—. ¿Cómo has sobrevivido? — le preguntó.


—Muchos secretos adornan estos muros crueles —respondió Calista—. Nunca encontré el camino de salida. Me alimenté de los cuerpos de hace nueve años y cuerpos muertos desde hace mucho tiempo. Este lugar terrible me acogió como hogar y estos cuernos de toro de adorno que están acá, es la prueba de la maldad de Minos. —dijo Calista.


De repente escucharon pasos galantes y agitados. Era Teseo que se acercaba.


—Rápido Calista, se cómo encontrar la salida —dijo Adara.


Calista se encontraba débil, empezaron a caminar estropeadamente, pero Calista recordó de que debían de llevar los cuernos de toro, para terminar con la crueldad de enviar a tributos para una ofrenda en vano. Al regresar Calista por los cuernos en la oscuridad se encontró con Teseo, que con agilidad le clavó la espada en el pecho. Adara gritó para prevenirlo, pero fue tarde. Calista murió en manos de Teseo.

Teseo tomó los cuernos en señal de victoria, pensando que él era el causante de la muerte del Minotauro. Adara empezó a correr para no ser sorprendida, salió del laberinto sintiendo el olor de la sangre puesta por Fedra y con lágrimas que caían de sus ojos prometió vengar la muerte de su hermana. Teseo salió guiado por el ovillo de lana y fue glorificado por la muerte del Minotauro, con las dos hijas de Minos y los tributos emprendieron su camino hacia Atenas.


Adara embarcó en el mismo barco que Teseo y las hijas de Minos. Se puso su manto negro, sus ojos no eran los mismo, tenían una mirada perdida que la llevaban al recuerdo de la muerte de su hermana. Veía cómo la gente se regocijaba, danzaba y cantaba en honor a la victoria falaz de Teseo. Cómo Ariadna entregaba su amor a aquel hombre que no la merecía, no sólo por ser farsante sino porque la trataba con desapego.


Miró a Fedra en la cubierta del barco. Se acercó. Al darse cuenta de la presencia de Adara le dijo:


—El engaño es conocer la verdad y sabio es aquel que no la proclama por el bien de los suyos—dijo Fedra.


—Todo es una mentira— dijo Adara con rencor.


—No siempre lo ha sido, si no hace pocos años atrás o muchos. ¿Acaso es importante ahora? —dijo Fedra.


—¿Conociste a mi hermana? —preguntó Adara.


—Nunca mis ojos vieron la presencia de una doncella en el laberinto. Nunca tuve la valentía de acercarme más allá de lo que era conocido —dijo Fedra—.


—Entonces, ¿por qué cubres la mentira de Teseo? —preguntó Adara.


—El amor de Teseo me pertenece —reclamó Fedra—. Pero no puedo tomarlo en presencia de mi hermana y mi pueblo pronto caerá en las manos de los Atenienses. Tú alma están en deuda conmigo, hice lo que me pediste, no más, no fue mi culpa el resultado concluso. —dijo Fedra.


Esa noche cuando Teseo dormía en la habitación con Ariadna, Adara sacó dos gotas de la esencia de la luna y colocó cada una en cada ojo de Teseo y otras dos en Ariadna. Los amantes entraron en un sueño profundo que se olvidaron de su existencia. Adara pronunció palabras hacia el oído de Teseo, convenciéndolo que su único amor, era el amor hacia Fedra.


Adara paró el barco en la isla de Naxos, haciendo dormir a la tripulación. Fedra y Adara sacaron a Ariadna y la dejaron dormida en la arena. Adara pronunció palabras hacia el oído de la doncella siéndole que pronto conocería a un hombre y el amor sería correspondido según la bienaventuranza de su corazón. Adara dejó desamparada a Ariadna en esa isla, pero con la esperanza que la estaba salvando de las manos de Teseo.


Adara dejó que Teseo durmiera tanto que olvidará cambiar las velas del barco por blancas provocando la muerte del padre de Teseo, que pensó que su hijo había muerto en manos del Minotauro, se suicidó tirándose a las aguas del océano al ver las velas negras.


Fedra y Teseo llegaron a Atenas. Teseo olvidó a Ariadna y proclamó su amor hacia Fedra y con eso saldó su deuda pendiente.

Adara regresó a casa con sus padres. Despertó a su hermana Axelia de su sueño profundo.


—He soñado contigo y con Calista. Me has salvado de la muerte. Sé la verdad que guardas en tu corazón —dijo Axelia tras despertarse.


Adara se levantó y fue directo a la puerta sin decir una palabra a su hermana.


—Hermana, el destino quiso que así fuera. No puedes cambiarlo. Proclamar venganza te llevará a tu propia muerte lenta y dolorosa, penetrando una daga en tu corazón, donde la única afectada será tu alma que perderás en el camino y tu boca sólo pronunciarán engaños —dijo Axelia.


Adara escuchó cada palabra de su hermana. Suspiró y salió de la habitación.


MR


El relato se escribió con base a la mitología griega del Minotauro, Teseo, Ariadna y Fedra, se crearon personajes nuevos y colocándolos en la trama y así lograr un giro diferente a la historia. #EscrituraCreativa

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