Desesperada, empecé a buscar en el armario algún objeto que trajera consigo un recuerdo, tu recuerdo. Entre mi desorden de cremas derrumbadas y joyas colocadas en todas partes menos en el joyero, por fin encontré una pulsera. La tomé de entre el revoltijo sin simetría de maquillaje, peines y perfumes. Era típica y mi nombre estaba bordado a mano. La sostuve por un largo tiempo, las imágenes evocaron en mi mente como efecto domino, recordando nuestro viaje a Coban, así como, el día que la compré y la puse en tu muñeca.
Fue el último día de nuestra estadía en ese pueblo llamado por muchos cobaneros “allá en lo nublado”. Entendí la etimología cuando salimos temprano a caminar después del desayuno, ya que se miraban varias nubes cargadas a punto de caer un aguacero, íbamos con tus amigos.
En casi todo el viaje estuve nerviosa, no sé si lo notaste, quería dejar mi mejor impresión a las personas con quienes te habías relacionado por mucho tiempo. Me tornaba tímida, no lograba ser yo misma con mis cualidades y la alegría con que me caracterizaba; lo guardaba para tí, sin embargo, tú me hacías sentir tranquila, siempre fui tu prioridad y estabas atento a hacerme el viaje confortable.
Dejamos atrás a tu amigos que caminaban despacio, tal vez porque estaban apreciando el paisaje rodeado de montañas, la estructura de las calles antiguas y un poco descuidadas, las casas antiguas y disfrutaban de un clima de nublado, pero perfecto para caminar. Mi mayor apreciación era tu compañía.
Seguimos caminando hasta llegar el palacio de gobernación del pueblo. Te pareció curiosa la estructura del palacio, porque me dijiste que todo estaba lleno de arcos. Nos paramos en la esquina de la cuadra y apreciamos como se encontraba construido. Era una cuadra completa de dos niveles y cada uno estaba constituido por columnas de infinitos arcos de color amarillo en su fachada. Enfrente teníamos el parque central y a un costado la catedral del pueblo. Te comenté que en los departamentos de Guatemala incluida su ciudad tienen esa misma estructura, el parque en medio y enfrente la Catedral y al lado el palacio de gobernación.
En el primer nivel de palacio se encontraba una especie de bazar de venta de ropa, huipiles, pulseras, cinturones, mantas, cofres y un sinfín de cosas típicas hechas a mano. Entramos al bazar, habían unas pulseras de colores. Tenían cualquier nombre en la parte superior de en medio y se me ocurrió una idea genial. Quería regalarte algo especial hecho en mi país, que te hiciera recordarme.
Nos acercamos a una señora, tenía una mesa con un mantel rojo, vendía cinturones de cuero, collares con dijes de roca, mantas y en especial pulseras con nombres. Te dije que empezáramos a buscar nuestros nombres. Después de la búsqueda logramos encontrar únicamente el mío, ya que el tuyo no es común en estos lugares. Cuando lo encontré te pregunté si te gustaba. Te limitaste a contestar un sí. No sé, si lo hiciste por cortesía o realmente te era indiferente. Pero para mí era algo especial. La compramos y te la puse en tu muñeca como diciendo tienes algo para recordarme siempre.
El diseño de la pulsera tenía los colores propios de la bandera de tu país amarillo, azul y rojo lo único que le faltan eran las estrellas en medio, pero allí se encontraba mi nombre colocado estructuralmente de color rojo y en el fondo amarillo, hacían resaltar ese nombre que no solo llevas en tu muñeca si no en tu corazón y tu mente. A esa pulsera le imprimí un significado especial. Había muchas cosas de los dos allí, una combinación perfecta de locura y coincidencia, como todo lo vivido juntos.
Seguimos caminando alrededor de la cuadra siguiente al palacio de gobernación, la rodeamos y entramos a una tienda de electrodomésticos. Luego salimos fuimos a la Catedral, seguimos caminando en el parque. Caminábamos en automático sin pensar dónde estábamos ni lo que veíamos porque lo único importante era nuestra compañía.
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