Escribo esta carta con el único deseo de contarte mi secreto, secreto reflejado en mis ojos cuando te veo. Puede ser que cuando tengas esta carta en tus manos no tengas tiempo de contarme el tuyo. No quiero llevarme a la tumba algo tan sagrado como lo es tu amor, quiero que se quede en este mundo. Mundo ilógico que te obliga a amar a tu prójimo, pero cuando encuentras el amor es prohibido e inmoral.
Desde hace mucho tiempo pensé que el único amor verdadero y apasionado que podía sentir era hacía mi único novio y ahora esposo, con el que decidí estar el resto de mi vida y la locura más grande hasta la vida eterna. Él me sedujo provocó en mí un fuego ardiente en mi corazón y yo me dejé seducir inundándome en un río de amor combinado con un poco de demencia. Dejé de mendigar amor y él me prometió cuidarme, escúchame, amarme incondicionalmente. Me habla en el silencio de mi habitación, mis pensamientos y mi alma, está en mi corazón cada segundo de mi existencia. Me casé y me entregué a él en cuerpo y alma pensando que sería mi único amor, mi fortaleza y mi roca.
Sin embargo, mi vida tambaleó en el preciso instante que tu mirada penetró en mis ojos quitándome una venda puesta. Te conocí en el momento exacto, pero en el lugar equivocado. A partir de ese día eres dueño de mis pensamientos, desde que mis ojos se despiertan en el ocaso de la madrugada hasta que se cierran en la oscuridad de la noche, responsable de la sonrisa puesta en mi rostro y mi alegría. Se que nuestras miradas se cruzaron y mi corazón sintió una leve correspondencia, sabía que no había existido una total indiferencia hacía mí, así que eso me basto para inundarme de amor hacía ti.
Cuando te conocí supe que debía seguir el mandamiento “amar al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y amar a tu prójimo como a ti mismo”. Amaba a Dios, como mi esposo, y a ti te amé sin conocerte. Cada parte de mi ser, cada parte de mi cuerpo y mis pensamientos, te aman. Si tan sólo te dieras cuenta cuanto te amo, si tan sólo supieras cuanto te sueño, si tan solo me dejaras demostrarte a lo que estoy dispuesta por ti, sé que lo dejarías todo, si tan sólo pudieras adentrarte en mi corazón y dejarte envolver en solo una mirada mía, en una sonrisa, encontrarás lo que siempre has buscado, de eso estoy segura.
Cada noche le hablo a Dios, mi esposo, porque no quiero serle infiel. Él me escucha, pero no contesta, siento que su indiferencia es mi castigo, pero qué más castigo es saber que nunca seré correspondida con tu amor. Que nunca estaré en tus pensamientos, ni sentiré el calor de tu piel y tu cuerpo. Si eso pasara, fuerte sería mi castigo que mi esposo me llevaría directo a quemarme en el fuego del infierno, pero acaso no lo estoy viviendo, solo con saber que este amor que me quema morirá consumido por el olvido y la resignación.
Cada día que te veo tus ojos se conectan con los míos. Es como encontrar algo que estuve esperando desde mucho tiempo y ahora por fin está conmigo, me provocaste esa sensación, tal vez absurda, pero real. Toda mi vida buscando tus ojos para encontrarlos en ti, en lo prohibido, en lo confuso y lo injusto de nuestras decisiones.
Esa noche antes de irte a tus aposentos me diste un beso en mi mano. Sentí el contacto con tu piel, al momento mi cuerpo se llenó de una energía que fluyó en todo mi cuerpo. Si tan solo el roce de tus manos y el sentir de tus labios me hizo concebir la gloria del mundo, que me espera si tus manos y tus labios recorrieran todo mi cuerpo. Esos son mis sueños de cada noche, esperando ansiosa porque algún día sea realidad. Día que sólo está en mis pensamientos, pensamientos que son confesados cada día a mi esposo, castigados por azotes, para luego ser perdonados.
Aún siento en mi mano el recuerdo de tu olor, de lo cálido de tu piel, el sabor de tus labios, sintiendo que recorren en todo mi cuerpo. No puedo creer que amarte sea un pecado. Que sentir este amor sea nefasto e imaginar hacerte el amor sea lujuria. Y lo peor es que si saciamos nuestra sed de amor y me entrego a ti, como tu única dueña y mujer, nuestra recompensa será una vida eterna ardiendo en el fuego del infierno.
Los dos quemándonos en las llamas, cayendo en las cenizas, pero amándonos descontroladamente, enlazando nuestros cuerpos, llenándonos de pasión, excitación hasta que nuestros cuerpos ardan desde adentro a causa de nuestro eterno amor.
Se que mi amor nunca será correspondido, primero llegará mi muerte antes de desbordarme ante ti. Cuando termines de leer esta carta, pensarás que estoy loca. Y para mi confesión quiero confesarte que sí lo estoy. Una loca soñando contigo por vivir una vida verdadera, real. Qué es mejor, vivir en la pobreza o en la miseria de nuestras almas negándose vivir en libertad. Libres de amar de expresar de ser nosotros mismos y no sólo seguir una serie de mandamientos que al final del día lo único que hacemos es satisfacer el capricho del Clero. Cuando vamos a satisfacer nuestros caprichos, nuestra voluntad de revelarnos.
Perdóname por esta confesión, por qué desde ahora seré la culpable de tus pesadillas, de tus angustias y desvelos. No dormirás pensando en cómo sería tu vida conmigo, pero en tu puerta entrarán tus responsabilidades y dejarás ese pensamiento por tu lado, para entregarte a tu único Dios. Te la pondré fácil esta es mi confesión y mi carta de despedida, me entregaré a la vida eterna que mi esposo me tiene prometida, esperando verte un día por allí. Moriré amándote…
J.E.A.N. por siempre…
Quién crees que escribió esta carta de amor? y para quién?
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