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Foto del escritorMiMi Rodas

2. Dios como testigo - Las Aventuras de Paige

Paige se encontraba en el baño del aeropuerto, con el sobre en sus manos preguntándose ¿Por qué ella? ¿Por qué esa mujer la había elegido entre todas? Escuché pronunciar mi nombre “Dios ayúdame, por favor” repetidas veces, aunque Paige no era devota, ni religiosa, en momentos de desesperación me convocaba para encontrar respuestas mágicamente. Se veía desesperada y angustiada, su cuerpo temblaba, hasta que por fin se armó de valor, pronunció el nombre que se encontraba escrito en el sobre “Luisa” y lo abrió.


—Qué carajo —dijo tras ver lo que se encontraba dentro.


Bajó la tapa del inodoro y se sentó encima y fue sacando cada cosa una por una: una llave de casa con un estilo antiguo, le pareció extraña, porque, no había visto una igual en el lugar de donde ella proviene, la acercó: en la cabeza tenía impreso “Antigua Guatemala” y la parte superior el número tres en romano. “Luisa” volvió a pronunciar Paige tras sacar un cheque a nombre de Luisa Hernández y por último 5,000 dólares en efectivo. Suspiró. Abrió el sobre por completo y se percató de una carta que se encontraba escondida en el fondo, la sacó, sintió un hueco en su corazón, no fue capaz de abrirla, moralmente creyó que no era lo correcto, no era para ella y si lo era, no quería saberlo, pero lo curiosidad venció, no era una carta era una advertencia “No entregues la llave”.


Paige no entendía nada de lo que sucedía, ni las señales que mostraban aquellas cosas, pero todo era parte de un plan, un plan que era su destino. Agarró todo lo que se encontraba encima de sus piernas y lo metió de nuevo al sobre a excepción de la llave que la guardó en el bolsillo lateral de su maletín. Su respiración se detuvo, los latidos de su corazón se sentían en su garganta y resonaban fuerte en su cabeza al ver la dirección del sobre, sabía que tenía que ser entregado allí. Exhaló el poco aire que quedaba en sus pulmones e inhaló como si quisiera tragarse todo el aire en un mismo respiro.


—¿Qué tengo que hacer, Dios? ¿respóndeme? —me suplicaba Paige.


MR


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